Ayer me enteré de las tarifas que aparentemente va a aplicar Ocibar en las instalaciones de la orilla norte del puerto de Mahón.
No hay sorpresas. Unos propietarios tendrán que pagar seis veces más de lo que pagan ahora y otros se librarán pagando el doble.
Ya es la segunda patada que se lleva la náutica de recreo en un año.
Y el rodillo de la Autoridad Portuaria sigue adelante. Para ellos todo es de color de rosa. Se van a embolsar un buen manojo de millones y dejarán de preocuparse por la gestión de toda esa superficie portuaria. Todo en orden.
Pero por detrás de todo esto está el drama de quien va a tener que malvender su barquita para que el Sr. Triay se siga frotando las manos.
Y los afectados no serán las rentas altas, que podrán permitirse pagar más sin apenas despeinarse.
Los afectados serán los más desvalidos, los jubilados, los trabajadores por cuenta ajena, los de siempre, en una palabra.
Y aquí nadie dice nada. Se publica en el periódico la noticia y no hay ni un comentario de nadie. Asociaciones empresariales, asociaciones de usuarios, entidades, clubes, etc. Nadie deja su butaca de espectador para saltar a la arena y defender al sector de la náutica de recreo frente a la depredación. Tragar y callar es el peaje que el clientelismo de la administración impone a todos los actores del sector náutico. Miedo a que te busquen las cosquillas, favores pendientes, fobias y filias que dan como resultado la indefensión de aquellos a quien se debería proteger.
A veces tengo que hacer un esfuerzo para convencerme a mí mismo de que quien está montando este chanchullo son gobernantes y administraciones pagadas por todos nosotros.
Vivir para ver.
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