martes, 5 de marzo de 2013

Ruinas modernas



Publicado en Gaceta Náutica del mes de marzo

Hace más de un año que entró en funcionamiento el nuevo puerto de Ciutadella. Las obras de instalación de los nuevos pantalanes se recepcionaron a principios del año pasado. Ya comentamos en su día que nos parecía una tremenda falta de previsión y diligencia el que los trámites administrativos para la asignación de los nuevos amarres no se hubieran ido avanzando para ocupar los amarres lo antes posible. Pues bien, un año más tarde, Portsib tan sólo ha sido capaz de asignar 29 de los 54 amarres que tenía destinados a los usuarios de la lista de espera. A mí me gustaría que el lector reflexionase sobre lo que supone para las arcas públicas el mantener 25 amarres sin ocupar a lo largo de todo un año. A un precio medio de 2.500€ al año, la pérdida de ingresos se sitúa en unos 62.500 € anuales. Luego nos dirán que no tienen presupuesto.
El nuevo dique de Son Blanc, al cabo de más de un año de su fastuosa y costosa inauguración, también ha empezado a provocar quejas por parte de los usuarios y vecinos de la zona. No se están manteniendo las infraestructuras ni mucho ni poco: absolutamente nada. Hay farolas golpeadas por vehículos que sólo esperan una racha de viento para descalabrar o electrocutar a algún viandante; hay vallas que se han caído y que dejan desprotegidos importantes desniveles por los que puede matarse una persona; los pasajeros deben entrar y salir de los barcos por las bodegas y pobres de ellos si deben hacerlo en silla de ruedas; el acceso a los barcos desde la terminal se hace por una explanada sin ninguna protección del viento, la lluvia o el sol. Una delicia para un puerto medieval pero no para un puerto inaugurado hace año y medio.
En el puerto antiguo la situación no es mucho mejor y así vemos que las farolas, con las pantallas a punto de caer sobre el que menos suerte tenga, se alternan con las pilonas de protección derribadas y las casetas de extintores y salvavidas desprovistas de los elementos que les dan sentido. Parece que todo esté esperando a que ocurra una desgracia para sacar de su letargo culpable a los responsables políticos de este desaguisado.
Cuando el ayuntamiento denuncia todo esto a Portsib, obtiene la callada por respuesta en el peor de los casos y una lacónica sentencia de “no hay presupuesto” en el mejor de ellos.
Desde “dalt la sala” han llegado a proponer hacerse cargo de la gestión de las instalaciones a cambio de los ingresos que aportan las terrazas de los restaurantes pero ni siquiera a esta propuesta se han dignado responder desde Palma.
Quiero dejar muy claro que los empleados y encargados de Portsib en Menorca son todo lo profesionales que les dejan ser desde Mallorca y que lamentablemente les toca a ellos sufrir los “chorreos” que en justicia deberían empapar a sus bien pagados jefazos.
Ante el poco probable escenario de que alguien, en un ataque de decencia y ante la imposibilidad o incapacidad de gestionar el bien público que le ha sido encomendado, decida dimitir, creo honestamente que el fracaso de gestión de Portsib debería abrir la puerta a la gestión municipal de los puertos de Baleares.
Sólo si quienes dirigen nuestros puertos están verdaderamente interesados en optimizar su gestión y adaptarla a las necesidades de cada población llegaremos a sacarles el partido que pueden dar y a convertirlos en los verdaderos núcleos económicos y sociales que deberían constituir. Esta última frase descarta categóricamente la gestión privada de los puertos, ya que el beneficio económico de los mismos no debe revertir más que a los propios usuarios del puerto en lugar de a los accionistas de una empresa.
El guante está en el suelo.