Publicado en Gaceta Náutica del mes de marzo
Hace más de un año que entró en funcionamiento el nuevo
puerto de Ciutadella. Las obras de instalación de los nuevos pantalanes se
recepcionaron a principios del año pasado. Ya comentamos en su día que nos
parecía una tremenda falta de previsión y diligencia el que los trámites
administrativos para la asignación de los nuevos amarres no se hubieran ido avanzando
para ocupar los amarres lo antes posible. Pues bien, un año más tarde, Portsib
tan sólo ha sido capaz de asignar 29 de los 54 amarres que tenía destinados a
los usuarios de la lista de espera. A mí me gustaría que el lector reflexionase
sobre lo que supone para las arcas públicas el mantener 25 amarres sin ocupar a
lo largo de todo un año. A un precio medio de 2.500€ al año, la pérdida de ingresos
se sitúa en unos 62.500 € anuales. Luego nos dirán que no tienen presupuesto.
El nuevo dique de Son Blanc, al cabo de más de un año de su
fastuosa y costosa inauguración, también ha empezado a provocar quejas por
parte de los usuarios y vecinos de la zona. No se están manteniendo las
infraestructuras ni mucho ni poco: absolutamente nada. Hay farolas golpeadas
por vehículos que sólo esperan una racha de viento para descalabrar o
electrocutar a algún viandante; hay vallas que se han caído y que dejan desprotegidos
importantes desniveles por los que puede matarse una persona; los pasajeros
deben entrar y salir de los barcos por las bodegas y pobres de ellos si deben
hacerlo en silla de ruedas; el acceso a los barcos desde la terminal se hace
por una explanada sin ninguna protección del viento, la lluvia o el sol. Una
delicia para un puerto medieval pero no para un puerto inaugurado hace año y
medio.
En el puerto antiguo la situación no es mucho mejor y así
vemos que las farolas, con las pantallas a punto de caer sobre el que menos
suerte tenga, se alternan con las pilonas de protección derribadas y las
casetas de extintores y salvavidas desprovistas de los elementos que les dan
sentido. Parece que todo esté esperando a que ocurra una desgracia para sacar de
su letargo culpable a los responsables políticos de este desaguisado.
Cuando el ayuntamiento denuncia todo esto a Portsib, obtiene
la callada por respuesta en el peor de los casos y una lacónica sentencia de
“no hay presupuesto” en el mejor de ellos.
Desde “dalt la sala” han llegado a proponer hacerse cargo de
la gestión de las instalaciones a cambio de los ingresos que aportan las
terrazas de los restaurantes pero ni siquiera a esta propuesta se han dignado
responder desde Palma.
Quiero dejar muy claro que los empleados y encargados de
Portsib en Menorca son todo lo profesionales que les dejan ser desde Mallorca y
que lamentablemente les toca a ellos sufrir los “chorreos” que en justicia
deberían empapar a sus bien pagados jefazos.
Ante el poco probable escenario de que alguien, en un ataque
de decencia y ante la imposibilidad o incapacidad de gestionar el bien público
que le ha sido encomendado, decida dimitir, creo honestamente que el fracaso de
gestión de Portsib debería abrir la puerta a la gestión municipal de los puertos
de Baleares.
Sólo si quienes dirigen nuestros puertos están
verdaderamente interesados en optimizar su gestión y adaptarla a las
necesidades de cada población llegaremos a sacarles el partido que pueden dar y
a convertirlos en los verdaderos núcleos económicos y sociales que deberían
constituir. Esta última frase descarta categóricamente la gestión privada de
los puertos, ya que el beneficio económico de los mismos no debe revertir más
que a los propios usuarios del puerto en lugar de a los accionistas de una
empresa.
El guante está en el suelo.
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