Adjunto el artículo publicado en la Gaceta Náutica de este mes sobre el giro experimentado por la Autoridad Portuaria en los últimos años.
Hoy vamos a comentar el significado que tienen para algunas administraciones dos palabras: “Interés General”.
En concreto vamos a comentar la actuación de Ports de Balears con respecto a ese concepto.
Este organismo administra y gestiona los cinco puertos calificados como “de interés general” que tenemos en Baleares. En Menorca, durante una serie de años la imagen que teníamos de esta administración era la de un organismo que sí, que estaba allí, que se dedicaba a cobrar algunas tasas no muy claras y que ni ayudaba ni molestaba demasiado.
Los usuarios más inconformistas del puerto de Mahón se quejaban de que la Autoridad Portuaria sólo miraba por los barcos de pasaje y mercancías, dejando de lado las necesidades de los propietarios de las, aproximadamente, 1500 embarcaciones de recreo que amarraban y fondeaban regularmente en el puerto. Seguramente tenían razón, pero nadie promovía ningún movimiento decidido para defender los intereses de esas personas, ya que tampoco sufrían ataques decididos y premeditados por parte de esa administración.
Sin embargo, desde hace unos años, una inusitada efervescencia se ha apoderado de ese antaño anquilosado organismo, sorprendiendo a propios y extraños con sus arranques de febril actividad, no siempre constructiva.
Un buen día nos desayunamos con que se habían comido 20.000 metros cuadrados de lámina de agua del puerto para acondicionar dos nuevas líneas de atraque para barcos de línea. Donde habían aguas tranquilas ahora hay unas ciclópeas moles de hormigón que alterarán para siempre el tradicional perfil de la colársega del puerto de Mahón.
Otro día vimos cómo se trapicheaba con los amarres de la orilla sur, que acabaron siendo concedidos a una conocida y potente empresa para que los rellene de barcos de pabellón extranjero y esloras tales que muchos de los residentes en la isla nunca habíamos visto en barcos de recreo.
Algo más tarde asistimos a una película de espías cuando el anterior responsable del ente fue grabado haciendo de intermediario entre una empresa de un famoso emprendedor y el Club Marítimo de Mahón. El objeto de la negociación eran los amarres que el club había gestionado desde tiempo inmemorial. Tras una serie de capítulos a cada cual más lamentable, los amarres acabaron en poder de la famosa empresa y el club perdió su principal medio de subsistencia. En ese momento muchos empezamos a preguntarnos qué significado tenía realmente eso del “interés general” del puerto de Mahón.
A los ojos de muchos, el adormilado ente público se estaba transformando en una monumental apisonadora que no se detenía ante los usuarios ni ante las entidades ni siquiera ante la propia y milenaria fisonomía del propio puerto.
Claro que no se acabó aquí la cosa.
Condenado el Club Marítimo a la mendicidad y a suprimir sus principales eventos náuticos, la apisonadora continuó descuartizando el puerto de Mahón y mercadeando al mejor postor con los amarres en las orillas norte y sur. En dos grandes adjudicaciones se logró el dudoso honor de echar fuera del puerto a gran número de amarristas modestos que no podían asumir las subidas de precios que los nuevos concesionarios implantaron. Muchos iniciaron el camino del éxodo hacia Fornells, Sant Lluís, Es Grao, etc; donde más tarde también serían expulsados como si se tratase de una casta maldita y apestada.
Una vez el ente acabó el despiece y la venta de la lámina de agua, fijó sus voraces ojos sobre las casas de las orillas del puerto.
Primero arremetió contra las casitas de la zona de “La Solana”, habitadas por gente del famoseo, lo que provocó medias risas en el pueblo llano.
No duraron mucho.
A los pocos días se supo que se había notificado a los habitantes de las casitas de Cala Figuera que sus viviendas serían igualmente expropiadas, pese a encontrarse fuera del deslinde del dominio marítimo-terrestre recientemente aprobado. El mercadeo del agua había dejado paso al mercadeo del suelo y las víctimas colaterales dejaron de ser armadores para ser familias y vecinos.
Qué lejos queda la atrofiada entidad que era plácido retiro de algún político pasado de moda. Qué diferencia con la trituradora de jubilados y modestos armadores que tenemos ahora. Qué formidable oponente para clubes y asociaciones de vecinos y qué fantástico paladín para multinacionales y grandes empresarios.
Justo lo que nos hacía falta en unos momentos como los actuales.
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