lunes, 27 de agosto de 2012

Asambleas Apesebradas


Publicado en La Gaceta Náutica del mes de Agosto
 
La primavera es la época en que en mayor medida eclosionan y florecen la mayor parte de los vegetales de éste hemisferio y, por una extraña coincidencia, suele ser la época en la que se hacen la mayoría de las Asambleas Ordinarias de la mayoría de los clubes náuticos.
Los miembros (con perdón) de la junta directiva, en lugar de mostrar toda la cabeza rodeada de pétalos, al florecer en la asamblea ostentan un único pétalo de colores bajo la barbilla, conocido vulgarmente como corbata.
Estos elementos recurren a las argucias más peregrinas para sacar adelante lo que debería ser una sana rendición de cuentas sobre su gestión en los últimos doce meses y que lamentablemente se convierte en un ejercicio de birlibirloque digno del mejor trilero de las Ramblas.
El procedimiento habitual es no remitir las cuentas de la entidad junto con la convocatoria de la asamblea y así evitar que el socio pueda hacerse preguntas incómodas sobre las mismas con antelación.
Si se cree que se pueden tener problemas al presentar los números, bien por haber engrosado mucho la partida de “Cenas y Jolgorios” (o lo que es lo mismo “gastos de representación, publicidad y viajes”), bien por cualquier otro motivo, se puede intentar adormecer más a la audiencia haciendo que una persona que tenga una voz cadenciosa y la capacidad de dormir a las ovejas, enumere las actividades realizadas en el año como si fuera la lista de los reyes godos. Es mano de santo para apaciguar a los espíritus inquietos y preparará el terreno para el siguiente golpe de efecto.
El segundo acto tiene como protagonista a los “espontáneos”. Me refiero a esos  palmeros incondicionales situados convenientemente para untar de mantequilla a la junta con preguntas tales como “¿Cómo se ha conseguido de forma tan extraordinaria aumentar el número de socios del club?” o “¿Ha sido fácil conseguir que la Federación confíe en esta magnífica junta para la celebración de tal campeonato?”  Con estos elementos alabando continuamente la labor de la junta, como mínimo se sembrará la duda en la audiencia y puede que alguno se pregunte si está realmente en la asamblea de su club o en la de algún otro por error.
Entonces ya sólo queda presentar las cifras a la asamblea en una retahíla interminable e ilegible de filas y columnas con un tamaño de letra diminuto y enumerarlas de la forma más monótona, soporífera e incomprensible posible. Eso dejará al socio medio adormilado y apenas logrará despertarse cuando se pregunte sin vergüenza alguna: “¿Aprobado por unanimidad?” Y ante el silencio y la consternación de los asistentes se repita: “¡Aprobado entonces!”
Al poco rato se habrá acabado la asamblea y los socios empezarán a desfilar cansinamente hacia su casa o hacia el bar del club. La junta directiva se reunirá en la barra felicitándose por la forma en que han logrado lidiar un toro tan difícil mientras el socio anónimo llegará a su casa con la sensación extraña de haber sido sodomizado sutilmente por aquellos que deberían estar gestionando la entidad de acuerdo con los intereses de la mayoría de sus socios.
En algunas ocasiones algún socio se destaca del rebaño aborregado y adormecido y llega a hacer alguna pregunta incómoda a la junta. En esos casos se le hace callar diciendo que no es el lugar o el momento adecuado para esas cuestiones o que se le dará cumplida información el lunes siguiente. Al fin y al cabo el lunes ya habrá pasado la asamblea y ese es en definitiva el objetivo de todo esto: ir cumpliendo asambleas sin que nadie les mueva de la poltrona.
Como siempre tengo que salvar de todo lo que estoy diciendo a la mayoría de los clubes náuticos pero seguro que algún lector se ha sentido identificado en alguno de los pasajes de este artículo. Si es así es que ha llegado el momento de plantearse seriamente si no habría que mirar por encima del pesebre e intentar  cambiar algo a nuestro alrededor.

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