(artículo publicado en La Gaceta Náutica)
Hace unas semanas tuve el placer de desplazarme unos días a Bilbao. Fue un viaje muy positivo en el que tuve la oportunidad de conocer a un buen grupo de personas amantes de la mar y con ese carácter tan especial que comparten quienes han pasado unos cuantos centenares de horas en cubiertas y bañeras. Pero de entre las muchas impresiones positivas que me iba a llevar de Bilbao, tengo que subrayar el poder conocer de primera mano la labor que realiza una asociación cuya existencia desconocía hasta entonces. Se trata de la Asociación Vasca de Capitanes y Patrones de Yate, Itsasamezten. Esta asociación se dedica a divulgar la cultura marinera en el País Vasco de muchas y diferentes maneras. Así, sus miembros desarrollan una febril actividad organizando conferencias, presentaciones, cursos, salidas a navegar, bolsa de tripulantes y un largo y variado etcétera.
Sin embargo, una iniciativa que me llamó poderosamente la atención es su programa de acompañamiento de armadores noveles. El objetivo del programa no es otro que ayudar a aquellos armadores que carecen de experiencia a conocer mejor su propio barco, ganando en confianza y seguridad al tiempo que se aprende a navegar. La asociación proporciona patrones experimentados que acompañan a los armadores noveles a navegar, compartiendo con ellos sus conocimientos y experiencia. Los patrones, miembros de la asociación, hacen esta actividad de forma desinteresada, lo que ya dice mucho del carácter de Itsasamezten. Por último hay que remarcar que no es necesario ser miembro de la asociación para solicitar la ayuda de la misma y participar en el programa.
En los tiempos que corren no es muy habitual encontrarse con iniciativas como ésta y por eso he querido dedicarle unas líneas y hacer público mi agradecimiento personal a quienes han ideado y puesto en marcha una iniciativa tan notable.
Pero el hecho de que la sociedad civil tenga que organizar este tipo de iniciativas tiene una segunda lectura. Y esa segunda lectura no es otra que el sistema de prácticas para la obtención de titulaciones de recreo es un rotundo fracaso.
Fracasa en el pretendido objetivo de enseñar a los nuevos titulados a manejar su barco y en la mayoría de los casos las prácticas se convierten en unos aborregados paseos por el puerto de un grupo más o menos grande de recién titulados, con una expresión en las caras que refleja ni más ni menos lo que están haciendo: perder el tiempo.
En algunos casos, instructores bienintencionados se empeñan en cuerpo y alma para que los alumnos que pasan por sus manos no acaben siendo una seria amenaza para el resto de los artefactos flotantes de la zona, pero se trata de honrosas excepciones que tienen todo en contra de su supervivencia a largo plazo. Por el contrario parece que todo el planeta conspire para convertirles en patrones de golondrinas portuarias con un manojo de clientes forzosos abordo.
Si el sistema fracasa en la formación de los titulados, en cambio triunfa en su empeño de exprimirles a conciencia el bolsillo. Se acogota a los alumnos con prácticas inútiles y estratosféricamente caras, al tiempo que aumentan los requisitos para las academias, de forma que el coste de impartir los cursos también aumenta. El resultado es que todos salen perdiendo y el intrincado sistema de títulos en nuestro país sigue siendo una traba más para el desarrollo de nuestra raquítica industria náutica.
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