Publicado en La Gaceta Náutica del mes de Noviembre
Ha llegado el otoño y para muchos es el momento de olvidar
el barco y llenar la cabeza con las preocupaciones habituales de la vida
cotidiana: el cole de los niños, pasear al perro, las elecciones de los
políticos, etc.
Sin embargo me gustaría echar la vista atrás y recordar
algunos de los episodios que han llamado nuestra atención y provocado sorpresa
en el mejor de los casos e indignación y rabia en todos los demás.
Por un lado algo que ya habíamos comentado con anterioridad
y es que las redes sociales españolas y francesas están que echan humo con los
precios de los amarres de Baleares. Concretamente en Menorca no hay patrón de
barco extranjero que no clame al cielo por los precios que han pagado en Mahón
y Ciutadella. Los que vienen de otras islas no vienen precisamente de mejor
humor.
Quizás tengan razón los que dicen que nuestros puertos son
los más caros del Mediterráneo o quizás no la tengan por poco, pero lo que nos
tiene que quedar claro es que no hay nada de positivo en que exista esa imagen
entre los navegantes que visitan nuestras costas.
El control de los precios y la disponibilidad de amarres de
tránsito es una cuestión estratégica para una comunidad isleña como la nuestra
y una variable que nunca debería dejar de controlarse. Es una cuestión
matemática elemental. Lo que se paga de más por el amarre, se tiene de menos
para restaurantes, compras, souvenirs, coches de alquiler, etc.
El caso es que la tendencia alentada por las autoridades
portuarias que nos han tocado en suerte es precisamente a ceder sus
instalaciones a empresas que puedan monopolizar los amarres y pagarles a cambio
un jugoso canon. Ese canon más un sustancioso beneficio es lo que los usuarios
nos encontramos transformado en una tarifa escandalosa.
Por si eso fuera poco, este verano se ha iniciado en Mahón
una campaña de acoso a las embarcaciones que trataban de escapar de las tarifas
abusivas de las empresas que operan en el puerto. Por primera vez se ha cobrado
en Cala Teulera por fondear por tus propios medios. Aún no sé si se trata de la
Autoridad Portuaria o simplemente de un par de espabilados que han decidido
hacer su agosto a costa del desdichado navegante, pero ya me parece un exceso
que te cobren por utilizar tu propia ancla, sin ofrecerte ningún tipo de
servicio y en una zona habilitada para el fondeo.
Otra odisea es la que pasa aquel armador que decide fondear
en una playa y bajar a comer a un restaurante o a comprar en un supermercado.
Si no existe canal balizado para desembarcar, se arriesga a que le caiga encima
toda una lluvia de pitidos, gritos y hasta insultos por parte del vigilante de
turno al intentar llegar a tierra con el anexo.
Pero es que en caso de que el carril balizado exista, lo que
no le van a permitir es dejar el anexo en el mismo mientras hace las compras o
come tranquilamente, con lo que sólo le queda la opción de dejar alguien
encargado de llevarse el anexo al barco y llevarle la comida en un “tupper” o
quedarse en el barco mirando las terrazas vacías de los restaurantes, que a su
vez estarán quejándose de que “los de los barcos no vienen a comer”.
Para acabar de rematarlo tenemos que ya se ha implantado un
sistema de pago en Cabrera y que lo siguiente será hacer “de pago” los campos
de boyas que se pagaron en su día con fondos europeos del proyecto “Life”.
Por eso, cuando a cualquier político le oigo llenarse la
boca con la consabida cantinela de que va a “fomentar el turismo náutico” y que
quiere “poner en valor” el carácter náutico de nuestras islas, me tengo que tomar
una biodramina.
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