Publicado en Gaceta Náutica del mes de mayo
Pese a que la vela es uno de los más bellos deportes que se
pueden practicar, en ocasiones nos brinda situaciones y espectáculos que quedan
muy lejos de la limpia y sana competición entre caballeros (y damas) que a
todos nos gustaría que fuera.
A aquellos que son capaces de pervertir nuestro magnífico
deporte en su propio provecho les he venido llamando desde siempre,
cariñosamente, “ratas de pantalán”.
La rata de pantalán se caracteriza por su falta total de
escrúpulos a la hora de saltarse las reglas de medición y de regata y por una
falta de respeto por el resto de participantes y por el propio deporte en sí.
En mayor o menor número todos nos cruzamos con alguna rata
de pantalán en algún momento de nuestra trayectoria regatera. La rata de
pantalán considera el deporte de la vela como una mera forma de conseguir
estatus y reconocimiento entre las clases dirigentes de la sociedad.
Frecuentemente le va su negocio en ello y por eso no le importa si hay que
infringir un manojo de reglas, arrancar un motor en una regata de altura o
mentir en algún certificado de medición para lograr sus objetivos.
Al fin y al cabo ¿no es engañar a los demás una forma de
demostrar la supremacía intelectual sobre ellos?
Las ratas lo creen así y por eso no sólo no tienen
remordimientos sino que se regocijan internamente cuando consiguen con alguna
triquiñuela ese preciado trozo de latón cromado. Un trozo de lata que, en lugar
de premiar el esfuerzo de un regatista, nuestra rata ha logrado que certifique
el triunfo de la mentira y la mala fe de un individuo impresentable.
Quiero dejar muy claro que no pretendo desacreditar a los
grandes campeones, a quienes siempre he admirado y admiraré, ya naveguen en un
Optimist o en un VOR70. Precisamente mi
objetivo es resaltar aún más el mérito que tienen esos grandes campeones
separando el trigo de la paja y dejando claro lo poco o nada que tienen en
común con esos otros campeones de la manipulación de ratings, del autobombo y
del compadreo con jueces y comités.
Mi intención es poner el acento en el daño que hacen al
deporte de la vela y el desánimo que infunden a los verdaderos navegantes
aquellos que han encontrado un camino más fácil para ganar que el de hacer las
cosas mejor que los demás.
La creciente complejidad de los sistemas de medición, el
desconocimiento mayoritario de las reglas de clase y reglamentos de regata y la
falta de medios para la organización y control de las pruebas es un campo
abonado para la proliferación de espabilados que medran apoyados quizás por un
medidor poco responsable o un jury amigo que le ponga nerviosos a sus
adversarios.
Mucha atención cuando el que compite es miembro de una
federación o un comité porque en este país la justicia no sólo no es ciega sino
que goza de una agudeza visual inusitada.
El lector de este artículo sabrá poner nombre propio a los
diferentes personajes que he descrito anteriormente. Ahora nos corresponde a
todos limpiar a fondo y en todos los rincones de nuestro deporte porque las
ratas necesitan de la suciedad y el desorden para multiplicarse y por el
contrario huyen de la claridad y la limpieza.
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