Publicado en la Gaceta Náutica de Marzo.
Todavía no sabes hablar pero ya has empezado a sumar millas en tu pequeño contador. No queríamos tus padres demorar tu primer encuentro con quien será tu compañero durante toda tu vida, isleña como has nacido. Tu reacción ante la inmensa presencia azul en perpetuo movimiento fue la de quien reconoce su entorno natural y se alegra de su contacto, su color, su luz…
Ahora será trabajo nuestro el guiarte y proporcionarte las experiencias, los contactos, las enseñanzas y las vivencias para que aprendas a respetarlo y a quererlo, porque no serás nunca una amante de la mar ni de ninguna otra cosa si no tienes la capacidad de respetarla y admirarla.
Habrá que mantenerte alejada de quienes no ven de la mar más que su superficie y se creen que todo lo que en ella se sumerge desaparece. Parece que ignoren que todo lo que se arroja al mar se acumula en su seno formando con los años monstruosos monumentos a la ignorancia humana.
Habrá que enseñarte lo que los verdaderos marineros saben. Entre otras cosas, que la raza humana es demasiado numerosa como para no prestar atención a los pequeños gestos. Esos pequeños gestos repetidos millones de veces tienen un efecto devastador incluso en algo tan inmenso como es la mar. Esa botella de plástico; esa lata de refresco; esa colilla… Los residuos de tu actividad, por pequeños que sean, nunca deben encontrar su camino hacia el entorno que nos da la vida y que es el último reducto de libertad que nos queda.
Por último quiero pedirte perdón por no dejarle a tu generación unas mejores perspectivas y unas mejores condiciones para vuestra relación con la mar.
Lamento que mi generación no haya invertido suficiente tiempo en transmitir a la tuya unos valores y unos principios de los que ella misma ha carecido en gran medida y que por ello el incivismo y la falta de respeto campen a sus anchas.
Lamento que quienes os queráis dedicar a la mar profesionalmente o por afición heredéis un batiburrillo indescifrable de titulaciones con temarios obsoletos y prácticas obligatorias “remuneradas” que no son más que una moderna forma de esclavitud.
Lamento que los que queráis ganaros la vida en el mar tengáis que hacer una interminable gymkana, rebotando de una a otra administración sin conseguir jamás tenerlo todo en regla. Durante muchos años se ha añadido complejidad a todas las tramitaciones hasta que se ha hecho prácticamente imposible conseguir regularizar del todo una actividad que debería representar una verdadera salida laboral. En su lugar se ha convertido en un callejón sin salida y un campo abonado para el clientelismo y el desarrollo de los infractores amparados por otro pabellón.
Lamento que mi generación haya permitido que el turista náutico sea una especie perseguida hasta el punto de que sólo quienes estén afectados de un masoquismo incurable se aventuren a buscar amarre de tránsito en nuestros puertos.
Lamento que mi generación entregase a unos pocos lo que era de todos para que especulasen con ello y se enriquecieran sin escrúpulos haciendo un perjuicio irreparable a las entidades, el entorno, la economía y los puestos de trabajo del sector náutico.
Lamento muchas cosas y, si nada cambia, lamentaré muchas más de aquí a que tengas edad de buscar tu propio barco y navegar por tu cuenta. Pero al menos quedará esta nota como una llamada a las personas que aman la mar para que no cedan al desánimo ni a las amenazas y se opongan a la deriva que está convirtiendo el sector náutico en algo aberrante para un país que debería levantar la vista de su ombligo y dirigirla hacia el mar.
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