jueves, 1 de mayo de 2014

La medida de las personas.



Hace un par de semanas, con ocasión de hacer un curso de medidor, tuve la oportunidad de tomar el pulso al sentir de unos cuantos regatistas de crucero de Cataluña. El ambiente entre regatistas y federación se podía cortar con un cuchillo y muchos de los presentes me estuvieron refiriendo cómo la federación catalana había intentado forzar el cambio de sistema de rating falseando datos, amenazando y utilizando métodos poco menos que sicilianos para lograr ese objetivo.
De nuevo polémica asociada a un cambio de sistema de rating y de nuevo una federación trabajando al más puro estilo dictatorial en lugar de escuchar a los regatistas y elevar sus peticiones. Se ve que la vela es un deporte complicado en el que no se saben hacer las cosas sin chantajear, amenazar o proscribir.
Sin embargo no es así.
Por fortuna tuve en este encuentro la ocasión de conocer a unas personas excepcionales que dedican la mayor parte de su tiempo libre a que los demás disfruten de nuestro deporte y que han conseguido que la vela en el Maresme experimente un crecimiento y un auge sin precedentes. En definitiva, que le están haciendo el trabajo a la federación catalana mientras ésta está muy ocupada en sus vendettas y sus mamarrachadas de fobias y filias con lo del rating.
De la conversación con éstas personas, a las que no voy a mencionar porque todo el mundo las conoce, pude extraer una serie de conclusiones que pueden ser interesantes para todos aquellos a los que les importa nuestro deporte e incluso para la federación catalana.
Para multiplicar el número de participantes de la forma en que ellos lo habían conseguido había que facilitar el acceso a los no iniciados poniéndoselo muy pero que muy facilito.
-¿Tienes barco?
-Si
-¿Tiene velas?
-Si
-¡Pues a regatear!
Nada de exigir papeleos, certificados ni otras zarandajas. Se crea una clase promoción amplia y flexible en la que se empiezan a bregar todos aquellos que tienen curiosidad por la competición.
Luego los trofeos. Al mejor, al penúltimo, al más jóven, al más viejo… al final tenían más trofeos que participantes…literalmente. Y no hay nada que motive más a un novato que llevarse a su casa un pedacito de lata que le recuerde cómo se lo pasó el fin de semana pasado.
Luego está la dedicación de alguien tan entregado como ellos. Alguien que, sea delgado o más bien “panxut”, dedique horas infinitas a mimar hasta el más mínimo detalle con la única ambición de que la gente se lo pase bien y las cosas se hagan como se tienen que hacer. Todo eso sumado a una buena mano izquierda y muchos años de experiencia para torear a nuestra amiga la rata de pantalán cuando intenta sacar tajada y tenemos como resultado una flota que crece cada fin de semana.
Realmente ese fin de semana aprendí a medir velas pero además me llevé a casa algo mucho más importante: la verdadera medida de la grandeza de las personas y de la mezquindad de las instituciones.

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