El otro día, un armador español vino a la tienda a comprarme
una bandera belga. No la quería de tamaño “de visita” sino que era para
abanderar su barco bajo ese pabellón. La conversación no se hizo esperar y el
cliente me explicó las ventajas que se conseguían (o más bien los problemas que
se evitaban) al ponerle bandera belga a su barco.
Menores requerimientos de material de seguridad, revisiones,
títulos , zonas de navegación… la lista era interminable y cada uno de los
elementos suponía un enorme quebradero de cabeza que desaparecía como por arte
de magia en cuanto uno cambiaba el trozo de tela que ondeaba en la popa de su
barco.
Siempre he denunciado la sobreregulación que afecta al
sector náutico pero es que, en este caso, dicha sobreregulación queda dramáticamente
retratada por la diferencia entre nuestro intrincado y mastodóntico sistema de
reglas y el mucho más simple de otro país comunitario.
De forma que los armadores españoles, con dolor en su
corazón pero con un considerable alivio en el bolsillo, están dejando de estar
sometidos a una a una selva de normativas abusivas, arcaicas e inflexibles.
Lo que realmente hace que a uno se le hinche la vena del
cuello es que la DGMM,
en lugar de reaccionar a este incesante goteo de banderas y rebajar los niveles
de exigencia que atenazan y encorsetan al sector náutico, se limita a llenarse
la boca con la grandilocuencia de la importancia de la seguridad. No hay nadie
más consciente de la importancia de la seguridad que aquellos que se hacen a la
mar, pero se insiste en considerar a los navegantes como niños de pecho,
incapaces de saber por sí mismos cómo debe mantenerse el barco, qué
conocimientos deben tener y qué equipo es necesario abordo.
El coste de esa tutela opresiva es descomunal y bajo la
falacia de la seguridad se dan casos como que se tenga que revisar cada año una
balsa salvavidas mientras que el airbag de un coche puede pasar toda la vida
sin saber si se disparará o no en caso de accidente. Y que yo sepa muere mucha
más gente en la carretera que en la mar.
Pero esto es España, señores y ya saben que nuestro sistema
normativo es responsabilidad directa de nuestro sistema político y sobre los
políticos (sobre la casta política, mejor dicho) no les voy a descubrir yo nada
que ustedes no sepan ya.
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