miércoles, 1 de junio de 2011

El puerto de Ciutadella se quita un peso de encima

Concretamente 1428 toneladas es el desplazamiento de los tres barcos que han dejado de operar hoy con el puerto antiguo de Ciutadella. 633 Tm del Nura Nova, 400 del Ramón Llull y 395 del Sea Jet de Interilles.
Ciutadella ha tenido, desde tiempo inmemorial, conexión marítima con múltiples destinos del Mediterráneo , de forma que para muchos se ha cerrado una era que recordarán con cierta nostalgia.
Sin embargo en los últimos años el tamaño de los barcos y el aumento de las escalas, así como la instalación de semáforos para cerrar el puerto, habían comprometido seriamente el desarrollo normal del resto de actividades portuarias.
Por poner un ejemplo, los horarios de la gasolinera, con seis interrupciones debidas al cierre del canal, provocaban que aprovisionarse de combustible fuera toda una odisea en el puerto de Poniente, tanto para los profesionales como para los recreístas.
Otro dato que queda para el recuerdo es la velocidad de entrada y salida (unos 11 nudos en ocasiones) de los barcos rápidos (Sea Jet y Ramón Llull) que provocaban un oleaje nada despreciable en el interior del puerto. Por culpa de ellos muchas embarcaciones llegaron a partir amarras y a sufrir golpes contra pantalanes y muelles. Hasta el Ramón Llull llegó a hundir una barquita sólo con el chorro de sus turbinas.
Y no mencionemos la cantidad de mástiles de pequeños veleros que la "nariz" del Ramón Llull derribó en numerosas ocasiones como si se tratase de un divertido juego de bolos. Finalmente hubo que desplazar a los pequeños veleros lejos de esa zona para evitar males mayores.
El aspecto del puerto se había adaptado a las dimensiones de los pepinos que tenían que hollar sus aguas cotidianamente. Así, cuando uno se asoma a la orilla del puerto, se sorprende por la enorme lámina de agua despejada que una rada tan pequeña tiene que dedicar a la maniobra de los grandes buques comerciales.
Mirando ese enorme espacio vacío le da la impresión al observador que tiene que ser mentira que exista una lista de espera de 518 personas esperando un amarre. Y sin embargo, mientras la náutica de recreo se ha estado muriendo de inanición, la marina mercante ha crecido en el puerto, abarcando todo el espacio disponible como si de un gas se tratase. Se han expulsado barcos del Moll de la Trona, de la pasarela de madera, de la orilla norte, etc. para que los barcos de línea puedan estar más anchos y maniobrar más a su comodidad.
Todo en aras de la seguridad. La seguridad es la palabra que abre todas las puertas hoy en día y en su nombre se pueden realizar todo tipo de atropellos sin ningún tipo de problema.
Pero la omnipotente seguridad en Ciutadella siempre ha avanzado a base de perjudicar a los armadores de los barcos pequeños para beneficiar a las líneas comerciales.
Es un dato curioso que nunca se le haya ocurrido a nadie que una forma sencilla de mejorar la seguridad de la maniobra en el puerto consiste en reducir el tamaño de los barcos de línea que operan en él.
Con toda certeza esa no es la seguridad que interesa.
Pues bien, este humilde armador de un barco de 9 metros, añejo integrante de la lista de espera del puerto, sufrido observador de la tensión de las amarras de su barco con las idas y venidas de esas 1428 toneladas de metal (barquísimos, acierta al describirlos Aina Lleonart), no va a echar de menos en absoluto la estampa de esos paquidermos marinos poniéndose sobre dos patas para hacer el reviro sobre el estrecho taburete de la rada ciudadelana. No sólo no voy a soltar ninguna lágrima en esta despedida sino que brindaré muy a gusto porque Ciutadella se ha quitado por fín el corsé y este verano la náutica de recreo se pondrá el bikini.
A su salud.

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