jueves, 6 de noviembre de 2014

Encomienda Divina



Cuando uno se gana la vida en esto de la náutica, en ocasiones corre el riesgo de pensar más en el corto plazo que en el largo plazo. Ganar una cantidad importante de dinero de forma inmediata puede ser más atractivo que asegurar un crecimiento sostenible en un horizonte de tiempo más dilatado. Una acción rápida, un “pelotazo” fulgurante y mucho, mucho dinero ganado con una venta relámpago de amarres o apartamentos tiene un atractivo cegador para algunas personas.
Es entonces cuando se entra en la dinámica de lo que yo llamo “jugar a ser Dios”.
Se sacan unos planos de una zona natural tal y como lo es desde la Creación y se dedica uno a trazar líneas de pantalanes, varaderos, amarres, gasolineras, etc. en la certeza de que, de ésta forma, se mejora enormemente la labor divina añadiendo todas las cosas imprescindibles que se le olvidaron al Creador. Probablemente con las prisas de hacerlo todo en siete días, se le olvidaron todas esas hermosísimas infraestructuras que embellecen y engalanan cualquier bahía natural en la que se instalan.
Y lo curioso es que los que entran en esa dinámica realmente se creen designados por el Altísimo para solucionar de un plumazo todos los males que asolan a las personas y bestias terrestres y marinas. Unos males que creen que se alivian a base de poner muertos, dragar, fondear pilones y llenar de hormigón todo ese paisaje que alguien, por descuido, ha dejado virgen durante tanto tiempo.
Pero todo tiene solución. Aquí te meto veintitantos megayates; allí te ciego de hormigón una playa y la convierto en varadero; acá te apiño un racimo de trescientos barcos y como guinda te prolongo un espigón con una forma que me he inventado yo mismo porque los ingenieros no saben de esto ni la mitad que yo.
Ya está. Ya hemos llenado de rayas un plano de una zona natural. Pero ahora nos falta lo más difícil: convencer a los habitantes y visitantes de esa zona de que lo que hemos dibujado es mucho mejor que el paisaje natural y las pequeñas instalaciones que existen actualmente.
Para eso hay que ponerse una piel de cordero y balar dulcemente que no se tiene ningún interés personal en todo lo que se pretende hacer. Balar que con esas instalaciones se mejorará la vida de todos; vendrán más turistas y más guapos; tendremos más trabajo; mejorará la gestión de los amarres y hasta hará mejor tiempo.
Habrá incluso que hacer creer que detrás del proyecto no existe ningún interés urbanístico, que los apartamentos que hay previsto construir en realidad no lo están y que todo ese imperio de hormigón que se proyecta será un remanso de paz donde los usuarios serán felices pagando unas tarifas bajísimas porque (¿no lo hemos dicho ya?) no hay ningún interés privado que nos mueva a proyectar todo esto, sino una encomienda divina, no lo olvidemos.
Y de éste modo, haciendo los donativos necesarios a las fundaciones de los partidos políticos de turno, habremos conseguido los permisos y los dictámenes favorables de las comisiones de medio ambiente para perpetrar a placer el crimen ecológico o paisajístico que se nos haya antojado. Eso sí, sin ningún interés particular en ello.

domingo, 4 de mayo de 2014

Ausencias elocuentes

El pasado fin de semana se disputaron las regatas de crucero correspondientes al Campeonato de Menorca. El club organizador era el Club Náutico de Fornells, que es uno de los más modestos de la isla. Sin embargo eso no fue inconveniente para que se organizara el campeonato de una forma más que digna. Se montó una carpa con una barbacoa para los asistentes sin que se les intentara cobrar un euro por la comida o la bebida, como ocurre en otros clubes. Se instaló una pantalla en la que se proyectaron las fotos de las pruebas del mismo día. Se entregó a cada tripulante una camiseta técnica y se sortearon regalos para todas las embarcaciones participantes. Las líneas de salida estaban orientadas perfectamente con respecto al viento y se tomó en consideración la cantidad de embarcaciones y su eslora a la hora de establecer la longitud de la misma. Es muy raro ver líneas de salida tan bien montadas tanto en Levante como en Poniente.
Hay que admitir que el único punto gris fue la boya de desmarque de las dos regatas del primer día, que provocó cierta confusión en la flota al tener que tomarse por estribor.
Y en toda esta organización se apreció el compromiso de todo el club, desde los balizadores y comité hasta los vocales y el presidente. Todos arrimaban el hombro y se preocupaban de que las cosas salieran lo mejor posible. Todos pusieron de su parte.
Sin embargo, en la entrega de premios se pudo constatar que a algunos les importa un pepino que los otros clubes se esfuercen en sacar adelante un campeonato en condiciones.
En concreto se echó en falta la presencia del presidente del Club Marítimo de Mahón. Un club que presentaba una nutrida participación y uno de cuyos socios se coronaba campeón de Menorca de Cruceros. Parece que eso no es importante para su presidente. Supongo que debía estar haciendo algo mucho más importante que apoyar a una clase que ha sufrido mucho por culpa de la falta de amarres y que se está recuperando con mucho esfuerzo por parte de los armadores. Eso le da igual a su presidente. Se ve que le importa mucho más codearse con los capitostes de la Panerai y los políticos de turno. Le cuesta al de Mahón desplazarse a los otros clubes. Se pueden contar con los dedos de una mano las veces que ha acudido a una entrega de premios de otro club. ¿Soberbia o pura y simple antipatía?
Y qué decir del Club Náutico de Ciudadela. Si Mahón se dignó por lo menos a enviar un representante, Ciudadela no hizo ni siquiera ese esfuerzo y su lugar, al lado del Alcalde y del presidente del Club Náutico de Fornells estaba vacío. De nuevo deben haber muchas cosas mucho más importantes que apoyar la vela en la cabeza de los dirigentes del club de Ponent. A lo mejor deberían dedicarse a otra cosa. Claro que quizás ya se están dedicando a otra cosa.
Felicitaciones al Club Náutic de Fornells por haber dado la talla y haber hecho disfrutar de un fantástico fin de semana de regatas a más de un centenar de aficionados a la vela.

jueves, 1 de mayo de 2014

La medida de las personas.



Hace un par de semanas, con ocasión de hacer un curso de medidor, tuve la oportunidad de tomar el pulso al sentir de unos cuantos regatistas de crucero de Cataluña. El ambiente entre regatistas y federación se podía cortar con un cuchillo y muchos de los presentes me estuvieron refiriendo cómo la federación catalana había intentado forzar el cambio de sistema de rating falseando datos, amenazando y utilizando métodos poco menos que sicilianos para lograr ese objetivo.
De nuevo polémica asociada a un cambio de sistema de rating y de nuevo una federación trabajando al más puro estilo dictatorial en lugar de escuchar a los regatistas y elevar sus peticiones. Se ve que la vela es un deporte complicado en el que no se saben hacer las cosas sin chantajear, amenazar o proscribir.
Sin embargo no es así.
Por fortuna tuve en este encuentro la ocasión de conocer a unas personas excepcionales que dedican la mayor parte de su tiempo libre a que los demás disfruten de nuestro deporte y que han conseguido que la vela en el Maresme experimente un crecimiento y un auge sin precedentes. En definitiva, que le están haciendo el trabajo a la federación catalana mientras ésta está muy ocupada en sus vendettas y sus mamarrachadas de fobias y filias con lo del rating.
De la conversación con éstas personas, a las que no voy a mencionar porque todo el mundo las conoce, pude extraer una serie de conclusiones que pueden ser interesantes para todos aquellos a los que les importa nuestro deporte e incluso para la federación catalana.
Para multiplicar el número de participantes de la forma en que ellos lo habían conseguido había que facilitar el acceso a los no iniciados poniéndoselo muy pero que muy facilito.
-¿Tienes barco?
-Si
-¿Tiene velas?
-Si
-¡Pues a regatear!
Nada de exigir papeleos, certificados ni otras zarandajas. Se crea una clase promoción amplia y flexible en la que se empiezan a bregar todos aquellos que tienen curiosidad por la competición.
Luego los trofeos. Al mejor, al penúltimo, al más jóven, al más viejo… al final tenían más trofeos que participantes…literalmente. Y no hay nada que motive más a un novato que llevarse a su casa un pedacito de lata que le recuerde cómo se lo pasó el fin de semana pasado.
Luego está la dedicación de alguien tan entregado como ellos. Alguien que, sea delgado o más bien “panxut”, dedique horas infinitas a mimar hasta el más mínimo detalle con la única ambición de que la gente se lo pase bien y las cosas se hagan como se tienen que hacer. Todo eso sumado a una buena mano izquierda y muchos años de experiencia para torear a nuestra amiga la rata de pantalán cuando intenta sacar tajada y tenemos como resultado una flota que crece cada fin de semana.
Realmente ese fin de semana aprendí a medir velas pero además me llevé a casa algo mucho más importante: la verdadera medida de la grandeza de las personas y de la mezquindad de las instituciones.

sábado, 29 de marzo de 2014

La fiebre del hormigón



Para los aficionados a la vela es evidente que todo barco necesita un amarre. Los amarres son la base desde la que parten todas nuestras aventuras, cruceros, regatas, excursiones de pesca, etc.
Sin embargo, conseguir amarres para favorecer el desarrollo de la náutica de recreo no es algo que deba hacerse a toda costa.
Digo todo lo anterior porque la semana pasada surgió en Fornells una iniciativa privada que proponía la construcción de un nuevo puerto deportivo con un espigón de hormigón y 327 amarres.
Siempre he defendido que la iniciativa privada tiene que ser apoyada y que cuando ésta genera puestos de trabajo y mejora infraestructuras, debe ser bienvenida.
Pero no a toda costa.
La costa es precisamente lo que se carga esta nueva iniciativa privada. Se carga la única playa urbana que tiene Fornells. Se carga toda la fachada marítima del pueblo tradicional, desde el antiguo dique (que ya no es precisamente ninguna belleza) hasta prácticamente la entrada de la bahía. Se carga, en definitiva, toda la gracia que pueda tener Fornells como pequeña población de pescadores con una singular oferta gastronómica y una puerta abierta a las actividades náuticas.
Desde el punto de vista del navegante, entrar en Fornells, con su inmensa bahía de aguas protegidas coronada por la visión del Monte Toro al fondo y las islas del interior es impagable. Sustituir esa entrada por un inmenso dique de hormigón que bloquee la vista del propio pueblo es algo que supera toda necesidad que pueda haber de amarres en la costa norte.
Una necesidad de amarres que no está nada clara ya que este verano se han quedado varios sin ocupar tanto en el mismo Fornells como en Mahón, incluso en los peores días de agosto.
La costa norte de Menorca es una joya para los navegantes. Recortada, agreste, exigente e impredecible, siempre supone una experiencia inolvidable para aquellos que tienen la fortuna de surcar sus aguas. Entrar en sus refugios naturales y pasar una noche al ancla o amarrado a una boya es un recuerdo que hace olvidar las penalidades de una larga travesía y hasta los precios que le han hecho pagar a uno por amarrar en alguna pirática marina.
Si nos obcecamos en un desarrollismo a ultranza y nos cargamos esos paisajes naturales, estamos destruyendo aquello que hace diferente a Menorca de cualquier otro lugar del mundo y sencillamente dejará de valer la pena navegar por las aguas de ésta isla.
Por todo lo anterior creo que la iniciativa privada debe ser apoyada…pero siempre y cuando no comercie con recursos naturales que nos pertenecen a todos y que luego son imposibles de recuperar, enterrados para siempre bajo miles de toneladas de hormigón.
Si entendemos esto, Menorca seguirá siendo un paraíso cercano para la navegación deportiva y un lugar que nos regalará imágenes imborrables y perfectas que nos acompañarán mientras vivamos.

lunes, 10 de marzo de 2014

No te digo...


Imagínese usted que es el Director General de una empresa que se dedica a las obras públicas. Seguramente tiene usted el Consejo de Administración de su empresa plagadito de exministros, dirigentes sindicales, políticos de todo pelaje y calaña venidos a menos y cuyo único quehacer es embolsarse un sueldarro escandaloso a final de mes. Bueno, en realidad toda esa caterva de paniaguados que cobran cifras astronómicas por asistir a una reunioncita mensual del consejo, tienen otra función no menos indignante y que consiste en hacer que su partido o sindicato o lo que sea “vea con buenos ojos” los proyectos de la empresa cuyo sillón calienta el honorable trasero de nuestro expersonaje político-sindical.
A toda esta gente se la ficha por su capacidad para influir en los partidos políticos y los sindicatos. Influir significa que si una norma bloquea un proyecto de una empresa, se pone en marcha el calientasillas de turno y toca las teclas que haga falta para que salga el decreto oportuno que desbloquee la cosa. En otros casos se trata de que el sindicato de turno se esté calladito ante un ERE, firme un convenio colectivo ventajoso para la empresa o incluso que llegue a apaciguar a los trabajadores levantiscos ante una situación de conflicto colectivo.
Y ese trabajo se paga. Y se paga por encima y por debajo de la mesa.
Por debajo de la mesa existe todo un entramado de fundaciones, que cada partido reconoce tener sin ningún tipo de vergüenza y que se encargan de recoger discretamente los donativos de las empresas y con ellos pagar los gastos de los diferentes partidos. Eso cuando no se hacen créditos a los partidos durante las campañas electorales que luego son oportunamente condonados cuando el partido de turno se ha portado como un machote en alguna adjudicación, concesión o licitación.
Y todo esto está pasando todos los días mientras yo escribo este artículo y mientras usted lo lee.
Y ahora alguien me dirá: ¿Y qué tiene esto que ver con la náutica? Pues muy sencillo. Si usted fuera el director general que he mencionado al principio y fuera consciente de los beneficios potenciales de realizar unas prospecciones petrolíferas en el Mar Balear aunque con ellas se maten unos cuantos cetáceos ¿azuzaría a sus mejores calientasillas para que los permisos y los estudios de impacto ambiental fueran oportunamente lubricados?
¿Y qué decir de la costumbre, menos panameña de lo que se cree, de adjudicar una obra (por ejemplo un dique) por un precio para luego doblarlo o triplicarlo? Y si el precio no se puede subir por estar en el límite legal, pues se eliminan escolleras de la ejecución y aquí no ha pasado nada.

Las infraestructuras marítimas son obras muy complejas y que cuestan mucho dinero. Por ese y otros motivos son un campo abonado para que la inventiva humana desarrolle el más complejo entramado de fundaciones, empresas licitadoras fictícias, testaferros y cualquier otra herramienta humana o societaria al servicio de la mamandurria y el expolio. Y mientras tanto nuestro fiscal anticorrupción dedica su tiempo a hacer de abogado defensor de la Infanta. 
No te digo…

sábado, 8 de febrero de 2014

Protestar es sano



El deporte de la vela no es como los demás deportes. Para empezar, a nadie se le ocurre inscribirse en un campeonato de Baloncesto, Futbol o Dardos  sin saber para qué sirven las líneas que hay pintadas en el suelo; lo que significa el fuera de juego o si puede o no tocar al contrario al quitarle el balón. En el deporte de la vela, muchos patrones, por no hablar de tripulantes, desconocen totalmente si está o no permitido entrar en cuña en una salida, si aún está vigente el palo al través o quién tiene preferencia al llegar juntos a una boya. Y se regatea y se navega sin sentir ningún remordimiento por esa ignorancia. Uno puede estar llevando a siete u ocho nudos sus seis toneladas de fibra y quinientos kilos de carne humana directo a un potaje de barcos y boyas del que no tiene idea de cómo va a salir.
Y lo hace confiando en que sus dotes de tenor y la cantidad de decibelios que es capaz de desarrollar a grito pelado le abrirán el camino cual Moisés en el Mar Rojo y saldrá airoso y de una sola pieza del trance en el que se ha metido.
El problema es que no siempre es así y, en ocasiones, el infierno de Dante se queda corto ante el desastre de gritos desgarradores; impactos y trozos de barco y de vela fuera de sitio; tripulantes apeados involuntariamente y hasta manchas de sangre sobre las blancas cubiertas que resultan de una alocada salida o paso de boya.
En ocasiones la causa de tanto estropicio esté en el desconocimiento.
En otras ocasiones se trata de un fallo de cálculo.
Finalmente también tenemos aquellos casos en que nuestra amiga la rata de pantalán, profunda conocedora de las reglas porque se las salta cada domingo, ha tratado de sacar partido de su mayor tamaño, la potencia de sus pulmones y la inexperiencia de sus competidores en ese lance concreto de la regata.
Para estos casos yo considero que es necesario tener siempre preparada la bandera de protesta, porque una protesta en su justo momento mantiene nuestro deporte más sano y llama la atención sobre la existencia de unas reglas que, de otro modo, pasan desapercibidas para gran parte de la flota.
Una protesta no tiene porqué entenderse como un acto de agresión, sino como una voluntad de clarificar una situación en la que dos barcos creen tener la razón y, obviamente, uno de ellos no la tiene. La protesta tiene como efecto que una situación de conflicto tenga menos probabilidades de repetirse y, por lo tanto, mejora el ambiente de las regatas, evitando que haya barcos que infrinjan sistemáticamente el reglamento mientras otros se limitan a quejarse amargamente en la barra del bar poniendo de vuelta y media a los que, a su juicio, son infractores pero que quizás no lo sean.
Conocer los mecanismos de las protestas, así como el resto del reglamento, es una medida de higiene deportiva que contribuye a que las regatas se parezcan más a lo que tienen que ser, en lugar de derivar en odios irreconciliables y en injusticias sistemáticas.
Por eso invito a todos los armadores a que pidan en su club que se organice una sesión de repaso del reglamento y se compren una bandera roja. Repito que protestar no tiene porqué ser un acto de agresión pero permitir las infracciones sistemáticas y los abusos de otros regatistas sí que acaba destruyendo el buen ambiente de una competición.

sábado, 18 de enero de 2014

Bajo bandera Belga



El otro día, un armador español vino a la tienda a comprarme una bandera belga. No la quería de tamaño “de visita” sino que era para abanderar su barco bajo ese pabellón. La conversación no se hizo esperar y el cliente me explicó las ventajas que se conseguían (o más bien los problemas que se evitaban) al ponerle bandera belga a su barco.
Menores requerimientos de material de seguridad, revisiones, títulos , zonas de navegación… la lista era interminable y cada uno de los elementos suponía un enorme quebradero de cabeza que desaparecía como por arte de magia en cuanto uno cambiaba el trozo de tela que ondeaba en la popa de su barco.
Siempre he denunciado la sobreregulación que afecta al sector náutico pero es que, en este caso, dicha sobreregulación queda dramáticamente retratada por la diferencia entre nuestro intrincado y mastodóntico sistema de reglas y el mucho más simple de otro país comunitario.
De forma que los armadores españoles, con dolor en su corazón pero con un considerable alivio en el bolsillo, están dejando de estar sometidos a una a una selva de normativas abusivas, arcaicas e inflexibles.
Lo que realmente hace que a uno se le hinche la vena del cuello es que la DGMM, en lugar de reaccionar a este incesante goteo de banderas y rebajar los niveles de exigencia que atenazan y encorsetan al sector náutico, se limita a llenarse la boca con la grandilocuencia de la importancia de la seguridad. No hay nadie más consciente de la importancia de la seguridad que aquellos que se hacen a la mar, pero se insiste en considerar a los navegantes como niños de pecho, incapaces de saber por sí mismos cómo debe mantenerse el barco, qué conocimientos deben tener y qué equipo es necesario abordo.
El coste de esa tutela opresiva es descomunal y bajo la falacia de la seguridad se dan casos como que se tenga que revisar cada año una balsa salvavidas mientras que el airbag de un coche puede pasar toda la vida sin saber si se disparará o no en caso de accidente. Y que yo sepa muere mucha más gente en la carretera que en la mar.
Pero esto es España, señores y ya saben que nuestro sistema normativo es responsabilidad directa de nuestro sistema político y sobre los políticos (sobre la casta política, mejor dicho) no les voy a descubrir yo nada que ustedes no sepan ya.