lunes, 10 de marzo de 2014

No te digo...


Imagínese usted que es el Director General de una empresa que se dedica a las obras públicas. Seguramente tiene usted el Consejo de Administración de su empresa plagadito de exministros, dirigentes sindicales, políticos de todo pelaje y calaña venidos a menos y cuyo único quehacer es embolsarse un sueldarro escandaloso a final de mes. Bueno, en realidad toda esa caterva de paniaguados que cobran cifras astronómicas por asistir a una reunioncita mensual del consejo, tienen otra función no menos indignante y que consiste en hacer que su partido o sindicato o lo que sea “vea con buenos ojos” los proyectos de la empresa cuyo sillón calienta el honorable trasero de nuestro expersonaje político-sindical.
A toda esta gente se la ficha por su capacidad para influir en los partidos políticos y los sindicatos. Influir significa que si una norma bloquea un proyecto de una empresa, se pone en marcha el calientasillas de turno y toca las teclas que haga falta para que salga el decreto oportuno que desbloquee la cosa. En otros casos se trata de que el sindicato de turno se esté calladito ante un ERE, firme un convenio colectivo ventajoso para la empresa o incluso que llegue a apaciguar a los trabajadores levantiscos ante una situación de conflicto colectivo.
Y ese trabajo se paga. Y se paga por encima y por debajo de la mesa.
Por debajo de la mesa existe todo un entramado de fundaciones, que cada partido reconoce tener sin ningún tipo de vergüenza y que se encargan de recoger discretamente los donativos de las empresas y con ellos pagar los gastos de los diferentes partidos. Eso cuando no se hacen créditos a los partidos durante las campañas electorales que luego son oportunamente condonados cuando el partido de turno se ha portado como un machote en alguna adjudicación, concesión o licitación.
Y todo esto está pasando todos los días mientras yo escribo este artículo y mientras usted lo lee.
Y ahora alguien me dirá: ¿Y qué tiene esto que ver con la náutica? Pues muy sencillo. Si usted fuera el director general que he mencionado al principio y fuera consciente de los beneficios potenciales de realizar unas prospecciones petrolíferas en el Mar Balear aunque con ellas se maten unos cuantos cetáceos ¿azuzaría a sus mejores calientasillas para que los permisos y los estudios de impacto ambiental fueran oportunamente lubricados?
¿Y qué decir de la costumbre, menos panameña de lo que se cree, de adjudicar una obra (por ejemplo un dique) por un precio para luego doblarlo o triplicarlo? Y si el precio no se puede subir por estar en el límite legal, pues se eliminan escolleras de la ejecución y aquí no ha pasado nada.

Las infraestructuras marítimas son obras muy complejas y que cuestan mucho dinero. Por ese y otros motivos son un campo abonado para que la inventiva humana desarrolle el más complejo entramado de fundaciones, empresas licitadoras fictícias, testaferros y cualquier otra herramienta humana o societaria al servicio de la mamandurria y el expolio. Y mientras tanto nuestro fiscal anticorrupción dedica su tiempo a hacer de abogado defensor de la Infanta. 
No te digo…

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