martes, 7 de mayo de 2013

Papá, quiero ser empresario náutico.



Si algún día su hijo pronuncia estas palabras; échese a temblar.  Porque aunque parezca que un país con 3.168 kilómetros de costa debería tener bien claro que la náutica de recreo es un sector clave para su desarrollo y su economía, montar una empresa en el sector náutico hoy en día es toda una gimkama que sólo está al alcance de auténticos atletas de los pasillos, de las colas y de los despachos. Y con una moral a prueba de bombas, claro.
Lo primero es darse de alta como autónomo en la Seguridad Social. “Vaya. Nos ha salido un empresario” parece decir la mueca del señor que nos dirige hacia el mostrador correspondiente. Cuando nos preguntan por el epígrafe del IAE que queremos asignar a nuestra actividad, nos sorprende que no exista ninguno que ampare la venta de artículos náuticos. Tras buscar adelante y atrás en todos los listados nos tendremos que conformar con poner el de “Venta de artículos deportivos”,  aunque maldito lo deportivo que pueden tener unas baterías, unas luces de posición o un wc químico.  
Entonces entramos en la carrera de obstáculos para poder abrir el negocio. Que si un informe de un ingeniero y un electricista para la licencia de instalación y apertura; que una inspección de industria para la venta de gas envasado; que si una caja fuerte conectada a una central de alarmas y quinientos documentos más para poder vender bengalas; el contrato con una empresa antiincendios y mil chuminadas más que te van pidiendo uno tras otro todas las Consellerías, Secretarías, Demarcaciones y demás organismos creados para amargarle la existencia al empresario en ciernes. Por poner un ejemplo; si usted tiene una empresa de alquiler de kayaks y necesita un muelle de embarque y unas boyas para delimitar un canal de entrada y salida, el permiso que usted ha pedido en Costas el mes de Septiembre le va a llegar bien entrado el mes de junio del año siguiente, con la temporada ya empezada. Así cualquiera desestacionaliza.
Si al final logra aclararse y consigue que su negocio no sea ilegal del todo, tendrá usted que mirar de hacer que sea rentable. Por lo pronto le recomiendo que no pida ninguna de las subvenciones que le ofrecen los entes públicos para que deje usted de estar en el paro y monte una empresa. Lo primero porque, aunque se la concedan, no se la van a pagar, de modo que si hizo usted sus previsiones de tesorería contando con ella, puede tirarlas directamente a la basura o empapelar la habitación del niño porque no le van a servir para mucho más. Pero lo bueno es que, aunque no la haya cobrado, al tenerla concedida tendrá usted que pagar los correspondientes impuestos sobre ella con lo que, además de no ver un duro, tendrá usted que pagar al Gobierno el IRPF como si la hubiera cobrado a tocateja. O sea que es usted el que subvenciona al Gobierno y no al revés.
En definitiva, que los empresarios náuticos en Baleares deberían ir todos con capa anudada al cuello y los gallumbos por fuera del pantalón.