lunes, 26 de noviembre de 2012

Un verano para el recuerdo



Publicado en La Gaceta Náutica del mes de Noviembre

Ha llegado el otoño y para muchos es el momento de olvidar el barco y llenar la cabeza con las preocupaciones habituales de la vida cotidiana: el cole de los niños, pasear al perro, las elecciones de los políticos, etc.
Sin embargo me gustaría echar la vista atrás y recordar algunos de los episodios que han llamado nuestra atención y provocado sorpresa en el mejor de los casos e indignación y rabia en todos los demás.
Por un lado algo que ya habíamos comentado con anterioridad y es que las redes sociales españolas y francesas están que echan humo con los precios de los amarres de Baleares. Concretamente en Menorca no hay patrón de barco extranjero que no clame al cielo por los precios que han pagado en Mahón y Ciutadella. Los que vienen de otras islas no vienen precisamente de mejor humor.
Quizás tengan razón los que dicen que nuestros puertos son los más caros del Mediterráneo o quizás no la tengan por poco, pero lo que nos tiene que quedar claro es que no hay nada de positivo en que exista esa imagen entre los navegantes que visitan nuestras costas.
El control de los precios y la disponibilidad de amarres de tránsito es una cuestión estratégica para una comunidad isleña como la nuestra y una variable que nunca debería dejar de controlarse. Es una cuestión matemática elemental. Lo que se paga de más por el amarre, se tiene de menos para restaurantes, compras, souvenirs, coches de alquiler, etc.
El caso es que la tendencia alentada por las autoridades portuarias que nos han tocado en suerte es precisamente a ceder sus instalaciones a empresas que puedan monopolizar los amarres y pagarles a cambio un jugoso canon. Ese canon más un sustancioso beneficio es lo que los usuarios nos encontramos transformado en una tarifa escandalosa.
Por si eso fuera poco, este verano se ha iniciado en Mahón una campaña de acoso a las embarcaciones que trataban de escapar de las tarifas abusivas de las empresas que operan en el puerto. Por primera vez se ha cobrado en Cala Teulera por fondear por tus propios medios. Aún no sé si se trata de la Autoridad Portuaria o simplemente de un par de espabilados que han decidido hacer su agosto a costa del desdichado navegante, pero ya me parece un exceso que te cobren por utilizar tu propia ancla, sin ofrecerte ningún tipo de servicio y en una zona habilitada para el fondeo.
Otra odisea es la que pasa aquel armador que decide fondear en una playa y bajar a comer a un restaurante o a comprar en un supermercado. Si no existe canal balizado para desembarcar, se arriesga a que le caiga encima toda una lluvia de pitidos, gritos y hasta insultos por parte del vigilante de turno al intentar llegar a tierra con el anexo.
Pero es que en caso de que el carril balizado exista, lo que no le van a permitir es dejar el anexo en el mismo mientras hace las compras o come tranquilamente, con lo que sólo le queda la opción de dejar alguien encargado de llevarse el anexo al barco y llevarle la comida en un “tupper” o quedarse en el barco mirando las terrazas vacías de los restaurantes, que a su vez estarán quejándose de que “los de los barcos no vienen a comer”.
Para acabar de rematarlo tenemos que ya se ha implantado un sistema de pago en Cabrera y que lo siguiente será hacer “de pago” los campos de boyas que se pagaron en su día con fondos europeos del proyecto “Life”.
Por eso, cuando a cualquier político le oigo llenarse la boca con la consabida cantinela de que va a “fomentar el turismo náutico” y que quiere “poner en valor” el carácter náutico de nuestras islas, me tengo que tomar una biodramina.

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