Antes de entrar en materia hay que advertir que Ryanair llama aeropuerto de Dusseldorf a un aeropuerto militar que está a unos 90 km de la ciudad, más cerca de Eindhoven en Holanda que de la propia Dusseldorf.
De forma que tras una excursioncita en autobús de una hora y media, llegué a la ciudad.
Por la mañana llegué al salón diez minutos antes de la hora de apertura para ser de los primeros. Pero no contaba con la enfermiza puntualidad alemana y así me encontré con una cola tremenda de felices madrugadores en perfecto orden. Que las puertas se abrirían en cuanto el segundero de mi reloj marcase las diez en punto no debería sorprender a nadie.
Al entrar, lo primero que sorprende es el ambiente de animación y la gran cantidad de gente que pregunta, se informa y compra. En algunos stands había una cantidad de dependientes que a simple vista parecía ridículamente desproporcionada pero realmente no veías a nadie parado.
Empiezo a patearme cada uno de los 17 pabellones y en todos ellos la misma impresión de dinamismo y actividad.
A ojo de buen cubero calculo que la superficie de exposición del salón viene a ser unas diez veces la del de Barcelona.
Entre las cosas que llaman la atención destacan que existe una proliferación de veleros que se podrían llamar "nuevos clásicos". Barcos con líneas tradicionales y un importante trabajo de madera pero con maniobra, aparejos y líneas de agua modernas.
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